Lo que nuestros hijos reciben, aprenden y ven de nosotros es lo que finalmente condicionará su forma de vivir.
Proverbios 1.8:
Oye, hijo mío, la instrucción de tu padre, Y no desprecies la dirección de tu madre.
El vértigo que han tomado nuestras vidas últimamente nos ha hecho perder de vista lo que realmente necesitan nuestros hijos. No cabe duda de que, quienes somos padres estamos empeñados en darle lo mejor que podemos a nuestros hijos, pero estamos fallando en proveerles dos cosas básicas y determinantes que menciona este versículo y que forman el carácter y la actitud de nuestros hijos: instrucción y dirección.
La instrucción provee a los hijos derroteros inamovibles que dan seguridad y estabilidad a sus vidas, es decir, les provee principios, patrones y valores que les enseñan cómo conducirse en la vida. La dirección les provee ejemplo y sentido de propósito, en otras palabras, les enseña por dónde y hacia dónde deben conducirse. Instrucción y dirección aplicados al mismo tiempo dan como resultado vidas disciplinadas y preparadas para el éxito integral. La ausencia de instrucción y dirección nos da como resultado una generación de chicos y chicas confundidos, dependientes emocionales, con problemas de identidad, vulnerables pero no sensibles, llenos de indecisión, sin iniciativa y que no respetan ni las reglas ni la autoridad, que se guían solo por sus instintos básicos.
Son diversas las razones que nos hacen obviar tanto la instrucción como la dirección en la crianza de nuestros hijos. Podríamos escudarnos en nuestras múltiples ocupaciones, o decir que preferimos que un psicólogo se encargue de tratarlos, o podemos decir que han salido idénticos a su madre (o padre), o podemos culpar a nuestros suegros, o argumentar que estamos muy cansados, que nadie nos preparó para ser padres, o que lamentablemente ya es demasiado tarde para encaminarlos, que la vida les enseñará. Sin embargo, no hay excusa que nos libre de nuestra responsabilidad. Proveer instrucción y dirección a nuestros hijos es un encargo ineludible.
Dios nos ha encargado directamente a los padres esta labor. La buena noticia es que Él está dispuesto ha enseñarnos a cómo cumplir con este encargo y además a ayudarnos durante el proceso. Te animo a que te acerques a Dios y le pidas de manera directa la ayuda que necesitas para darle a tus hijos la instrucción y dirección que harán de ellos hombres y mujeres sin problemas de identidad y les darán la facultad de vivir vidas plenas y llenas de propósito.
Como padre te animo a seguir el consejo de Dios, es la única manera de criar adecuadamente a nuestros hijos.
Dios te use,
Martín Torres